¿La tecnología nos une o nos separa?
¿La tecnología nos une o nos separa?
Como profesores, todos apoyamos nuestra fuente de inspiración en diferentes aspectos de la enseñanza, las musas surgen de la pasión, de la motivación, de la satisfacción; la mía, del saberme cerca. Cerca de los problemas y de sus consecuentes soluciones, cerca de la cultura, del aire, del calor; cerca de los puntos de vista diferentes, del ritmo de vida, de las carcajadas y el llanto; cerca de lo que nos hace iguales y cierra la brecha entre nosotros; cerca a la visión de mis estudiantes como personas que sienten, que ríen y lloran y no solo como aprendientes. Y, en un punto en que el quiebre social pudo haber desterrado la cercanía, las nuevas tecnologías se encargaron de mantenernos, con algunos cambios y reajustes a la realidad, el uno junto al otro.
El debate ya conocido y cliché que ponía a la tecnología como la culpable de nuestra separación con la vida real tomó un nuevo rumbo con la llegada de la pandemia: un contexto hostil, lúgubre y, sobre todo, lleno de incertidumbres para el entorno educativo. En ese momento la tecnología ya no era una opción sino una obligación si queríamos continuar remando, de manera aunque fuera remotamente similar, en el mundo que ya navegábamos. Este cambio trajo consigo un nuevo entendimiento de lo virtual, y nos llevó a conocer las ventajas de tener frente a nuestros ojos un recurso tan potente de unión.
Es importante mencionar que con lo dicho no pretendo restarle importancia al contacto presencial, el cual también es determinante en nuestro viaje como profes y estudiantes, sino, establecer la importancia de tener a la tecnología como aliada en nuestra vida docente, pues facilita el acceso a contextos y recursos que diversifican nuestras aulas y nos acercan a practicar una verdadera interculturalidad de manera diferente en contextos en los que, tal vez, la presencialidad no sería una opción.
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